El huevo, ese alimento tan cotidiano y nutritivo, esconde un fascinante proceso biológico que ocurre dentro del cuerpo de las aves, especialmente en las gallinas. ¿Alguna vez te has preguntado cómo se forma un huevo? La respuesta es un viaje sorprendente a través del cuerpo de la gallina, que dura aproximadamente 24 a 26 horas.

Todo comienza en el ovario, donde se desarrollan los óvulos. En las gallinas, estos óvulos no son más que yemas en formación. Una vez que la yema está lista, se libera y comienza su recorrido por el oviducto, un tubo largo dividido en varias secciones especializadas.
En la primera parte del oviducto, llamada infundíbulo, la yema puede ser fecundada si ha habido contacto con un gallo. Luego, pasa al magno, donde se le añade la clara o albúmina, rica en proteínas. Este proceso dura unas tres horas.
Después, el huevo en formación sigue hacia el istmo, donde se forman las membranas internas y externas que protegen el contenido. Finalmente, llega al útero o glándula de la cáscara, donde se deposita el calcio necesario para formar la cáscara dura. Esta etapa es la más larga, tomando entre 18 y 20 horas.
El último paso ocurre en la cloaca, donde el huevo completamente formado es expulsado al exterior. Sorprendentemente, las gallinas pueden poner un huevo casi cada día gracias a la eficiencia de este proceso.
Este mecanismo natural no solo es asombroso desde el punto de vista biológico, sino que también representa un equilibrio perfecto entre nutrición, protección y evolución. La cáscara protege, la clara alimenta y la yema contiene el embrión potencial.
Así que la próxima vez que veas un huevo en tu plato, recuerda que no es solo un alimento: es el resultado de un proceso biológico meticuloso y sorprendente. Un verdadero milagro de la naturaleza… ¡dentro de una cáscara!